Beethoven

En 1813, hacía más de una década que Beethoven sabía que se ensordecía más y más. A pesar de ello, decidió dirigir el estreno de su Séptima Sinfonía. Por suerte, su orquesta se llenó de algunos de los mejores músicos de su tiempo - incluyendo los compositores Hummel, Meyerbeer y Salieri - y se convirtió en uno de los conciertos más exitosos que Beethoven haya producido. El segundo movimiento, en particular, resultó tan popular que tuvo que ser grabado en el acto; ese movimiento se convirtió en su composición orquestal más querida, con frecuencia interpretada con independencia de la sinfonía. En las siguientes 10 semanas, la sinfonía completa se repitió tres veces más. Un periódico informó que los "aplausos subieron hasta el punto del éxtasis".

El éxito de la Séptima continuó. Echa un vistazo a cómo reaccionó Richard Wagner: "Todo tumulto, todo la voluntad y el tormento del corazón, se convierten aquí en la feliz insolencia de la alegría, que nos lleva lejos con el poder bacanal... La Sinfonía es la Apoteosis de la Danza en sí: es Danza en su aspecto más alto, la acción más elevada del movimiento corporal, incorporada en un molde ideal de tono." Esa frase, la "Apoteosis de la Danza", se ha quedado pegada porque es muy apropiada. Más que armonías o melodías, son los ritmos de baile los que nos atraen.

Pero puede que te confundas cuando empieces a escuchar la sinfonía. He aquí por qué: Beethoven nos prepara hábilmente escribiendo una introducción larga y lenta; de hecho, fue la introducción sinfónica más larga jamás escrita - al menos tres minutos y medio. Pero entonces el movimiento propio comienza con sus ritmos animados de baile, cambios dinámicos abruptos y modulaciones inesperadas.

Luego viene el famoso Allegretto que las multitudes adoraban. Un ritmo constante en la misma nota lanza esta música seria e hipnotizante, que poco a poco aumenta en intensidad pero finalmente muere, dividida en diferentes secciones de la orquesta.

El tercer movimiento scherzo saca a relucir la sensación de danza aún más con sus ritmos spritely. Por el contrario, Beethoven lo interrumpe un par de veces con una sección (el "trío") que suena al principio tenue, luego heroica. El final se cierra junto con la furia de Bacchic en un tour-de-force de energía de danza girando. El compositor y autor Antony Hopkins lo resume todo: la Séptima de Beethoven nos da "una sensación de verdadera espontaneidad; las notas parecen volar fuera de la página a medida que avanzamos en una inundación de invención inspirada."